Por: Everardo
Era un viernes, un 27 de enero del 2006. Uno de esos días que como todos no volvería a repetirse. Por que, aunque me costó entenderlo, los días nunca se repiten, mejor aún los minutos nunca vuelven y los momentos no conocen los círculos.
Comencé un blog, que abría con un post titulado: “la hoguera nocturna”, y en sus entrañas guardaba una de las frases que mi vida atesora como verdad única, absoluta, indisoluble y (cuando creo en dios) bíblica:
Escribir es una forma de callar y la gente que calla es afortunada por que no tiene que explicar.
Escribir es un acto lluvioso, comienza con pequeñas gotas que caen como escupitajos en el piso (homenaje a Rulfo), luego viene ese inconfundible olor a tierra mojada, el cual por misteriosas razones abre el apetito, quizá anunciando que lo que viene es una tormenta insaciable, un diluvio que solo terminará hasta que quien escribe quede vacío.
En un acto íntimo, sexual, grosero, escribir es meterse el dedo hasta casi tocar la campanilla y vomitar. Y como todos sabemos, lo malo de ciertas cosas como: llorar, vomitar, reír o tener sexo es que cuando empiezas ya no puedes detenerte.
Por eso, durante casi un año escribía afanosamente en mi blog ( http://manzanasincascara.blogspot.com/) lo amaba, era especial para mí. Escribía cosas profundas, raras, escribía acerca de mis amigos, de la vida, del trabajo, escribí 24 razones para no tener un hijo, escribía tonterías, cosas sucias, otras no tanto, escribía cartas, razones, amores. Hasta que un día dejé de hacerlo.
¿Será que me quedé vacío para siempre? ¿Será que ya no tenía nada que decir? ¿Será que la sequía mental había llegado? Tuve que preguntarme ¿Para que sirven los blogs? ¿Es útil escribir?
La respuesta, como todas las respuestas en este mundo, tardó en llegar y al final ahí estaba: escribir tiene de maravilloso lo que toda dualidad tiene, escribir es leer, leer es pensar. Escribir un blog es pensarse a uno mismo. Es mover los muebles que hay en nuestro cerebro, a veces por que queremos cambiar totalmente y otras, solo por que nos cansamos y queremos ver nuestro entorno un poco distinto. Escribir es una forma de callar, por que para darse explicaciones a uno mismo, hay que estar callado.
Yo también tuve un blog y renuncié a él, aunque todo lo bueno siempre tiene que volver, por eso... http://dispar-arte.blogspot.com/ un dialogo interno, pero ahora compartido.
Ever tambien tuvo un bog... no dejen d evisitarlo, promete!!!
22 septiembre 2007
Yo tambien tuve un blog
10 septiembre 2007
Leer no mata...
05 septiembre 2007
Leer no mata pero si atormenta
Por: Viridiana Morales
Esa sensación de culpa me atormenta cuando se debate el polémico tema de si verdaderamente en México se lee. Ni siquiera recuerdo cuándo fue la última vez que tomé un libro para disfrutarlo, tan solo remembro que fue El Cartero de Charles Bukowski, y no me encantó, inclusive me costó trabajo terminarlo.
No sé que sea peor, si no leer o dejar un libro inconcluso; creo que cualquiera de las dos no son las mejores opciones. ¿A quién debemos echarle la culpa de que no tenemos el hábito de la lectura? ¿Acaso será a nuestros maestros, o a nuestros padres?
Lo más fácil es echarle la culpa a alguien más, llenarnos de pretextos y continuar en la misma situación de ignorancia. Aunque por otro lado tengo la certeza que tanto nuestros padres como nuestros maestros han contribuido a nuestra carencia de amor hacia la lectura.
Cuando eres un escuincle lo último que deseas es tomar un libro (aún así hay quien lo hace), y la peor manera de inculcar la lectura es imponiéndola y encima de eso dejar tareas absurdas. Seguramente muchos de nosotros leímos a El principito en nuestra infancia, tampoco podemos olvidar a El diario de Ana Frank o, inclusive, Pedro Páramo de Juan Rulfo.
Cada vez que un maestro dejaba leer un libro parecía un calvario, nadie tenía la suficiente motivación como para hacerlo por gusto. En ocasiones ni siquiera había que leer el libro, tan solo bastaba con pedirle la tarea al que se dejara copiar. Durante esos años mozos, tomar un libro, hojearlo y poner atención a cada letra que aparecía en éste, era pedir demasiado.
Reconozco que no me encantaba leer en aquellos tiempos, aunque lo hacía tan solo por cumplir la tarea. Me era difícil entender a Sor Juana y sus poesías (hasta hoy la poesía no es lo mío), tampoco me atraía el Popol Vuh (aunque admito que a la larga resultó interesante haberlo leído).
La preparatoria se acabó, y con ello la holgazanería; era tiempo de tomarse eso de la lectura como algo más serio, sobre todo por la cercanía de las letras con mi carrera. Descubrí que el leer conduce a buenos resultados: nos hace menos ignorantes, nos da tema de conversación, podemos usar palabras pomposas para hacernos los intelectuales, nos da la posibilidad de debatir sobre los escritores, nos entretiene, y mejor aún… corrige nuestros tremendos horrores ortográficos, porque no hay mejor cura para eso que leer, leer, y leer (también escribir, escribir y escribir).
En la licenciatura me aventé buenos libros, uno de ellos fue La reina del sur, que en verdad me pareció sobresaliente. Esa forma en que Pérez Reverte narra los acontecimientos describiendo perfectamente cada detalle.
Aún recuerdo cuado tuve que (tal y como lo mencioné “tuve”) leer para la clase de semiótica un libro de un autor que en mi vida había escuchado hablar de él. Así conocí a Sergio Fernández y Los peces; y eso sonará extraño pero este libro no es tan conocido, por lo tanto no hay muchas copias, lo que nos lleva a deducir que no es fácil encontrarlo. Curiosamente dicha obra estaba dentro del montón de libros viejos que hay en mi casa, alguien se lo había regalado a mi mamá alguna vez y ahí lo encontré. Sin duda alguna éste es el libro que más trabajo me ha costado entender en toda mi vida. Tan sólo eran 100 escasas páginas, pero cada renglón estaba repleto de figuras retóricas y la historia era sencilla y compleja al mismo tiempo. Lo leí tres veces seguidas, sentía el deseo de comprender lo que este escritor había impreso en sus páginas. Al final logré captar la esencia y aprendí mucho de este libro que jamás volví a ver porque un compañero me lo pidió prestado y jamás me lo regresó (lección importante: nunca prestes buenos libros).
A la lista de los memorables puedo añadir Los hornos de Hittler, obra que sin lugar a dudas captó mi atención desde el primer momento y lo devoré en cuatro días. El perfume lo recuerdo con mucho placer, la descripción tan exacta de los olores provocó en mí una reacción extraordinaria; en el tiempo que leí el libro no dejaba de apreciar y tratar de distinguir las emanaciones de lo que me rodeaba. Por último mencionaré a El alquimista, creo que aquí Paulo Cohelo logra un buen trabajo y cumple su cometido; la verdad no me atrevo a desechar este libro solo porque es de superación personal.
Claro que estos que menciono no son los únicos que he leído, han pasado más por mis manos. Unos me han gustado menos que otros, pero aún así haciendo un recuento de los libros que he leído en toda mi vida, puedo decir que la lista es muy escueta y la verdad me da pena llegar a esa conclusión.
Ni siquiera he ojeado a Harry Potter, o el compendio de El señor de los anillos; viendo el lado positivo aún tengo la posibilidad de hacerlo, tan solo es cuestión de que me siente y me acerque un poco más hacia la literatura; digo, nunca he dejado de leer, siempre estoy al tanto de lo que dicen los periódicos y me gusta adquirir revistas para echar un vistazo a su contenido.
En ese caso se puede decir que leo diario, además tengo la certeza de que aún leyendo el periódico o revistas de buenos contenidos, podemos salvarnos de la ignorancia y mejorar nuestra escritura. Simplemente es cuestión de poner atención qué es lo que leemos. Y una buena recomendación que podría dar es que hay que leer de todo, desde lo más bárbaro hasta lo más refinado, esa es la única manera en que podremos aprender a distinguir lo bueno de lo malo y ser buenos críticos.
Después de haber dado todos estos detalles sobre mi mínimo acercamiento hacia la lectura, espero haber generado algún tipo de sentimiento en ustedes. Mientras, yo me tomaré esto en serio y voy a reconciliarme con los libros, porque hasta eso en mi casa hay muchos y de todo tipo que están a la espera de que alguien los desempolvé y les preste un poco de atención.
De este lado tenemos a Viridiana Morales, periodista a favor de los derechos d elos animales. Léanla, léanla. virynoname@hotmail.com